Capítulo Siete
Alba salió de la habitación dispuesta a arriesgar todo por
él, en esas dos horas que estuvo pensando decidió que lo amaba y lo mejor que
podía hacer era darle una segunda oportunidad.
Sin embargo cuando salió en su busca no lo encontró, fue a
su habitación y la puerta estaba abierta, decidió entrar y no vio ninguna de
sus pertenencias, solamente una nota en la que le avisaba de que se había
vuelto a su casa y que no lo llamara.
También le dejó un billete de tren, era lo último que hacía
por ella, o eso decía la nota.
Hizo caso omiso a lo de la llamada, pero en seguida se
encontró con una voz femenina que avisaba de que el teléfono al que llamaba
estaba apagado o fuera de cobertura.
Lo intentó media hora después encontrándose con la misma
respuesta.
-¿Y ahora qué hago? ¡El tren no sale hasta mañana por la
mañana! –Dijo en voz alta.
Se le ocurrió llamar a Miki, quien en seguida contestó, le
preguntó si podía venir a buscarla y que ya le contaría por el camino el
motivo.
Su primo aceptó preocupado y no tardó ni cinco minutos en
ponerse en marcha.
Durante las cuatro horas que tardaba en venir aprovechó para
nadar un poco en la piscina e intentar no pensar en nada.
Sin embargo, los recuerdos del día anterior no tardaron en
aparecer.
¡Se habían besado y después ella se enfadó! Aunque lo
arreglaron, tardaron menos de 24 horas en volver a estropearlo, pero esta vez
la mayor culpa la tenía ella por no ser lo suficiente clara consigo misma ni
con él.
Debía compensarle, pero… ¿Cómo?
Salió de la piscina, se fue a duchar y prepararse para en
cuanto llegara Miki marcharse.
Todo estaba listo pero aún quedaba una hora y media para que
vinieran a por ella.
-¿Qué puedo hacer?
Intentó pensar alguna manera para compensar a Álvaro, pero
nada se le ocurría.
Decidió salir a pasear por los al rededores, sin alejarse
mucho pues su primo se asustaría si no la viese donde justamente la esperaba.
Sin embargo vio un cartel con el nombre de un bar a unos
metros más allá de donde se encontraba.
Siguió el camino que indicaban los carteles pero solamente
se encontró con una tienda de campaña al lado de una caravana.
-Mira que tenemos por aquí.-Una voz masculina fuerte sonó
detrás de ella.-Una bella dama perdida.
Temblorosa no se movió, pero el hombre se puso en frente de
ella, mordiéndose el labio sin parar de observarla de arriba abajo.
Era un hombre corpulento, moreno con una barba que parecía
que llevaba meses sin ser recortada si quiera, parecía el típico leñador de las
películas americanas, camisa roja con cuadros negros con las mangas dobladas,
un gorro de lana y vaqueros con botas negras.
-¿Cómo te llamas, nena?-Dijo demasiado cerca para el gusto
de Alba.
Su aliento apestaba a alcohol, aunque parecía demasiado
sereno para estar borracho.
-¿Te ha comido la lengua el gato?-Rió el hombre.-Yo soy Bob.
Alba no decía una palabra, solamente observaba cada uno de
sus movimientos.
-Y vivo aquí desde hace un tiempo, estoy solo pues no me
gusta mucho la compañía…Aunque si es la tuya, me encanta.-Sonrió mostrando unos
dientes demasiado podridos.-¿Qué tal si nos sentamos y tomamos algo? Tengo una
botella de whisky sin empezar.
La chica negó con la cabeza demasiado asustada y dio un paso
hacia atrás, pero la mano de Bob la agarró.
-Acabas de llegar ¿y ya quieres irte?-Negó con la
cabeza.-Venga, vamos a pasar un buen rato.-Sus manos se posaron en sus caderas
mientras sonreía y miraba sus ojos.-No tengas miedo, si pones de tu parte no te
haré daño.-Apartó un mechón de pelo de la cara de Alba.
Él y sus labios cada vez estaban más cerca de la chica,
quien no se movía a pesar de que quería huir, pero sabía que Bob se enfadaría
más aún e incluso la secuestraría.
Ella sin cerrar los ojos vio como el hombre asqueroso la
intentaba besar con lengua, intentaba no dar arcadas.
Solo pensaba en alguna idea para poder salir corriendo sin
ser atrapada.
Las manos del hombre bajaban poco a poco por su espalda.
¡Se atrevió a tocarle el culo!
Alba furiosa le golpeó en la cara sabiendo que ese había
sido un error.
Él la forzó para mantener sus manos quietas, la apoyó contra
un árbol y empezó a besarla por el cuello, con una mano sujetaba por encima de
su cabeza sus brazos y con la otra comenzó a toquetearla, justo cuando estaba a
punto de meter su mano por sus vaqueros recibió un golpe con un tronco de
árbol, cayendo este al suelo.
Alba se sorprendió al ver de quien se trataba su salvador.
-¡Álvaro!-Corrió a sus brazos y lo rodeó.
Él la protegió mediante un abrazo y acariciaba su pelo.
-Ya está, ya pasó, no te puede hacer nada.-Le dio un beso en
la cabeza.-Vayámonos antes de que se despierte.
Alba asintió y se alejaron del lugar, volviendo hacia la
casa rural que habían alquilado.
Cuando llegaron Miki se encontraba asustado, con el móvil
pegado en la oreja.
-¿Dónde te has metido?-Preguntaba.
-Aquí estoy.-Respondió nada más aparecer.
El chico corrió hacia ella y la abrazó.
-¡Me tenías preocupado!
-Lo siento…Salí a despejarme y…-Comenzó a llorar.
-¿Qué le has hecho?-Preguntó mirando a Álvaro.
-La he salvado.-Sonrió con arrogancia.-Había un loco que
casi la viola y aparecí en el momento justo.
-¿QUÉ?-Miró a su prima quien asintió con la cabeza.-Ya estás
a salvo, pequeña, tranquila.
-Bueno…Yo…Me voy.-Dijo Álvaro dándose media vuelta.
-¡No!-Gritó Alba separándose de Miki.-Por favor.
Álvaro inseguro aceptó quedarse.
Los tres entraron en la casa y Alba relató lo que había
pasado exactamente mientras sollozaba.
Entre los dos chicos consiguieron consolarla y decidieron
que era hora de volver a casa.
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