Capítulo VIII
Ese mismo día por la noche no conseguía dormir así que
decidí dar una vuelta.
Pasé por la casa de la tía de Ariel y me extrañé al
ver una de las luces dadas a las 4 de la mañana.
De repente la cortina se abrió y por instinto me
agaché para intentar esconderme entre los arbustos pero sirvió en vano pues en
seguida ella me llamó.
Salí de mi escondite y con una sonrisa tímida la
saludé.
-¿Me estabas espiando?
-¿Qué? ¡No! Tan solo paseaba y vi que había luz en tu
casa y me extrañé.
-¿Paseando a estas horas? ¿No deberías estar
durmiendo?
-Eso mismo podría preguntarte yo a ti.
-No podía dormir…
-Yo tampoco.
Nos quedamos en silencio durante unos segundos.
-Espera un par de minutos, ahora vengo.
Sin poder decir nada escondió su cabeza de nuevo, la
luz se apagó y poco después apareció por la puerta de entrada con un abrigo
largo.
-Vamos a pasear juntos, aunque no me puedo alejar
mucho.
-¿Por?-Pregunté preocupado.
-Mi tía tuvo un infarto el otro día, por eso volví a
la ciudad, ahora está mejor pero en cualquier momento puede darme otro susto y
temo no estar cerca.
-Vaya…lo siento, pero seguro que irá bien.
Resopló y se quedó en silencio.
-¿He dicho algo malo?
-No, solo que esa frase es la que no paro de oír desde
que pasó…Y la verdad que estoy cansada pues sé que en cualquier momento le
puede volver a pasar y no sé si saldrá, esta es la tercera vez que le pasa.-Y
entonces comenzó a llorar.
Me acerqué a ella y la abracé en silencio.
No sabía que decir pero sabía que me necesitaba, que
necesitaba alguien que le consolara y eso hice.
En seguida sus brazos me rodearon también sin parar de
llorar.
Estuvimos así unos cuantos minutos hasta que parecía
que ya se calmaba.
-Lo siento…no sé porque te he contado esto.
-No me pidas perdón, no has hecho nada malo, puedes
contarme lo que sea.
-Gracias…-Medio sonrió.
-Eso quiero que hagas, que sonrías.-Llevé mi mano a su
cara y la acaricié.
Nuestras miradas se cruzaron y parecía que el tiempo
se había detenido.
Bajé por unos segundos mis ojos hacia sus labios.
Se veían tan apetecibles…
Ella también miraba los míos deseosa, así que comencé
a acercarme poco a poco.
Parecía que nos íbamos a besar después de tantos años,
pero se alejó en el último momento y se dio media vuelta, aunque no huyó.
-No podemos hacer esto…tú…tienes novia.
¿Novia? ¡Shana! Por un momento me había olvidado de
ella, no porque no la quiera, sino que parecía que había viajado al pasado,
cinco años concretamente.
-Lo siento.
-Es mejor que me vaya.
-Espera.-Le cogí del brazo.-No te vayas así, por
favor.
-Byron, tengo demasiadas cosas en la cabeza, lo mejor
es que vuelva a mi casa y duerma.
-¿Vas a poder dormir después de lo que casi pasa?
-No iba a pasar nada, tú tienes novia y a quien besas
es a ella no a mí. Cuídala y sed felices.
Quise detenerla pero sabía que tenía razón, yo tenía
novia y no era ella.
Volví a casa.
Pensé que el paseo me iba a sentar bien, pero volví
con más dudas aún.
No entendía porque actuaba así, porque había estado a
punto de besar a Ariel.
Ya la había olvidado, o eso pensaba hasta que sus ojos
se volvieron a encontrar con los míos…
(***)
Nada más abrir la puerta de la habitación de mi tía me
alarmé.
Estaba tendida en el suelo y con los ojos cerrados.
Llamé al 112 y se me hizo eterno el tiempo que tardó
en llegar la ambulancia.
Estaba inconsciente así que intentaban reanimarla
mientras yo no paraba de llorar.
Uno de los médicos intentaba calmarme pero no lo
conseguía así que me aconsejó que llamara a un amigo u otro familiar para que
me acompañara en ese rato.
Diez minutos después de colgar Taylor me abrazaba
mientras no paraba de llorar.
<<Todo irá bien>> <<Tu tía es muy
fuerte>> Decían.
¿Pero dónde estaban los hechos que demostraban que
esas palabras eran verdad.
Me había alejado unos minutos y como me había temido
mi tía había tenido otro infarto.
Los médicos seguían reanimándola pero después de
varios intentos me dieron la mala noticia de que mi tía había fallecido.
Grité, grité muchísimo en ese momento, no solo por la
noticia sino porque me sentía culpable de lo que había sucedido.
No llegué a tiempo, ni yo ni la ambulancia y eso me
mataba aún más por dentro.
Taylor intentaba abrazarme, consolarme, pero sentía
mucha furia.
Comencé a coger todo lo que pillaba por la casa y lo
tiraba al suelo.
No podía estar sucediendo.
Los médicos y mi amiga consiguieron detener mis actos
violentos, y pasé de nuevo al lloro.
-Si quiere despedirse de ella le dejaremos cinco
minutos a solas.
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