Todo
comenzó cuando él entró al salón mientras yo veía la televisión.
Pensé que
me encontraba sola en casa por eso tan solo llevaba una camiseta gris larga que
usaba como vestido y una braga roja de encaje.
Él se
sonrojó al encontrarme de esa forma, al igual que yo, que me tapé rápidamente
con la manta que tenía en el sillón de al lado.
-Perdón.-Dijo
rascándose la cabeza nervioso.
Yo lo miré
desafiante sin mediar ni una palabra.
-¿Cuánto
tiempo piensas quedarte ahí parado? ¡Vamos! ¡A trabajar!-Le dije malhumorada al
ver que no reaccionaba.
-Sí, sí,
perdón.-Dio un paso hacia su izquierda pero se volvió a parar.
Esta vez
sin mirarme.
-Venía a...
decirte que necesitaré unos guantes nuevos.
-¿No tienes
suficiente con los que hay en el almacén?
-No...
Están rotos y sucios.
Resoplé y
quise levantarme pero me acordé de como iba vestida.
-Sal al
jardín, iré a cambiarme y te ayudaré a encontrar algunos.
Él asintió
y me regaló una pequeña sonrisa antes de salir al exterior.
Comprobé
que volvía a estar sola y subí a mi habitación, busqué en mi armario unos
shorts, un sujetador, unos calcetines y unas zapatillas y salí al jardín.
Miré a mi
alrededor percatándome del cambio brusco que había pegado nuestro jardín.
Hacía ya
algo más de dos años que mi madre había empezado a descuidarlo, y por lo tanto,
más de dos años desde que no salíamos ninguno a esta zona de la casa.
Las flores
y plantas estaban muertas, de color marrón y muchos bichos rondeaban por el
suelo, las macetas e incluso las paredes del covertizo.
-Connor,
¿dónde estás?-Pregunté al no verlo por ninguna parte.
No recibí
ninguna respuesta así que supuse que estaría ya buscando en el almacén.
Me acerqué
a la puerta de este, cubierta por las enredaderas ya secas.
Busqué el
picaporte y tiré de él unas cuantas veces sin éxito alguno.
Cogí
aire e intenté de nuevo abrir la pequeña
caseta; esta vez utilicé tanta fuerza que me caí hacia atrás.
Cerré los
ojos pensando que de esa forma no iba a hacerme tanto daño y me sorprendí al
notar el suelo tan blando.
-¡Cuidado!
Abrí los
ojos al escuchar la voz del jardinero y me percaté que me había amortiguado la
caída.
-Perdón.-Dije
impulsándome hacia arriba para intentar levantarme.
Cuando
conseguí ponerme de pie le ofrecí mi mano.
-Gracias.-Me
sonrió aceptando mi ayuda.
-De
nada.-Le devolví la sonrisa.
Nuestros
ojos se cruzaron y quedaron hipnotizados durante mucho tiempo.
Por primera
vez lo miré prestando mucha atención en todo su físico.
Connor era
alto y delgado, aunque con los brazos bien trabajados, su pelo era corto, liso
y del mismo color que sus pequeños ojos castaños. Tenía una barba que lo hacía
demasiado atractivo y un pendiente en la oreja izquierda. Además lucía un lobo
feroz tatuado en blanco y negro en su antebrazo derecho.
-¿Qué
hacéis?
El silencio
fue interrumpido por mi hermano mellizo Joel que venía de buscar a los pequeños
de la casa, Hera y Axel.
Di media
vuelta y sonreí a mi hermano.
-Estábamos
buscando unos guantes nuevos, los otros están sucios y rotos.
-No quedan
guantes, habrá que comprarlos.
-Por eso no
los encontrábamos.-Me encogí de hombros y sin decir más entré a la casa en
busca de mis hermanos.
-¡Tataaaaaaaaa!-Vinieron
los dos corriendo hacia mí.
Yo sonreí y
abracé a ambos a la vez.
-Os echaba
de menos.
-¡Y
nosotros!-Contestó Hera.
-¡Sí!-Axel
subía los brazos para que lo cogiera.
-Si me das
un beso.-Le dije señalando mi mejilla derecha.
Él no dudó
y me dio lo que le pedía.
Joel entró
en ese momento sonriendo como solía hacer cuando necesitaba un favor.
-¿Qué
quieres?
-Dinero, Connor
necesita unos guantes nuevos, ya sabes.
Bajé a Axel
al suelo y le pedí que subiera con Hera a jugar a su habitación.
Cuando
estuvimos a solas contesté a mi mellizo.
-¿Y no
tienes tú o qué?-Lo miré mal.-El que trabaja aquí eres tú, ¿eh?
-Ya pero...
-Joel, no
le voy a dar de mi dinero ahorrado. Tú también tienes que colaborar.
-¿No te
parece suficiente que lleve y traiga a Axel y Hera de la escuela?
-Pues no,
soy yo la que se pasa todo el día limpiando la casa y cuidando a los pequeños
cuando no están en la escuela.
-Porque
quieres.
-Porque
quiero no, para que mamá pueda descansar después de tantas horas trabajando,
pero tú trabajas solo media jornada y podrías echarme de vez en cuando una
mano, no sé...digo.
-Que sí,
que lo que tú digas maja... Deja de darme la lata.
-Por lo
menos págale a Connor los guantes... Si tampoco son tan caros...
-¿Si lo
hago te callarás?
-Sí.
-Vale.-Buscó
en su cartera y salió al jardín de nuevo.
Un minuto
después entraron los dos chicos, Joel se subió a su habitación y Connor salió a
por el material que necesitaba.
Aproveché
que volvía a estar sola para ir a mi habitación y poner la música a tope
mientras bailaba a lo loco mirándome al espejo que estaba incrustado en mi
armario.
Sonreía
feliz al ver que mi propósito de adelgazar esos kilos de más estaba dando sus
frutos.
-Ya
est...-Irrumpió un Connor colorado en mi habitación.-Perdón.-Dijo dándose la
vuelta.
En seguida
me bajé la camiseta que tenía subida debido a la observación y análisis que
estaba haciendo a mi barriga.
-No pasa
nada, ya puedes mirarme.-Reí algo incómoda.-¿Qué querías?
-Nada...solo
venía a decirte que ya tengo los guantes nuevos.
-Ah, vale.
Nos
quedamos en silencio durante unos segundos hasta que Connor bajó tras
despedirse con un 'hasta luego'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario